AUTOBIOGRAFÍA:
FORTALEZA INTELECTUAL DE LA GENERACIÓN “X”
Siempre me he considerado
afortunada por haber nacido en esta época. Durante mi infancia, en casa solo
había un aparato televisor blanco y negro, que nos dejaban utilizar una hora al
día para ver el programa “Chiquilladas” o Porky; y en la noche, al “Chavo del 8”, a veces prefería ver a Tío
Gamboín, mi hermana fanática de ThunderCats, los Transformers, He-Man y las
Tortugas Ninja, El Correcaminos, Mazinger Z, Los Pitufos, La Pantera Rosa, Los
Picapiedra, El pájaro loco, Candi Candi y Heidi.
El tiempo restante lo utilizábamos
en jugar con mis vecinos en la calle a “stop”, “avión”, “policías y ladrones”,
“bote pateado”, “muñequitas de papel”, “burro l6”, “burro lechero”,
“quemaditos”, “cebollitas”, “amo ato”, “pilares de Doña Blanca”, “Víbora de la
mar”, ”Rueda de San Miguel”; salíamos a patinar, a andar en la avalancha y en
bicicleta; brincaba la cuerda (no había quien me ganará), además de las
canicas, trompo, matatena y balero. Como olvidar las matinés con programa doble
o triple de El Santo y Blue Demon; los
paseos domingueros al parque y a las faldas del volcán, conocido como el
famosos Mapa.
Comía mi peso de pinole en
la mano, mis dos enchiladas en papel estraza, tomaba Bonafina (ignorante de los
daños del naranjo de metilo) que compraba en la tiendita de la esquina, tiendas
que desaparecieron por las cadenas OXXO, 7Eleven y Extra. Comíamos los tacos de
guisado, las tortas de jamón y las palomitas caseras. Tenía un par de zapatos,
uno par de tenis escolares y las sandalias; ¡ah! y las chanclas para jugar.
Y en mis ratos libres, leía
unos cuentos que Los reyes magos me habían traído; eran tres cuentos que casi
los leía diario: Los tres cochinitos, Blanca Nieves (era sensacional porque al
abrir la hoja se desprendían figuras en tercera dimensión) y Caperucita Roja.
Sin olvidar que todos los jueves pasaba al puesto de periódicos a comprar mi Capulinita y Archi.
Con el tiempo los juegos y
pasatiempos cambiaron; escuchábamos en discos LP de acetato a Menudo, Los
Chamos, Timbiriche, Parchis, Magneto, Locomía Flans; intentábamos bailar y
cantar como ellos; montábamos coreografías y hacíamos nuestros festivales del
barrio; además grabábamos de la radio a casettes (cuando lo hacíamos no
podíamos hablar), ya comenzaban los video juegos como Pac – man, Atari, Tetris,
Mortal Combat.
Entonces mis lecturas
también comenzaron a cambiar, ya leía Diccionario
Enciclopédico de la Salud, la colección de los libros del ¿Qué? ¿Por Qué? ¿Dónde? ¿Cuándo?, Romeo y Julieta, Así habla Zaratustra (era
lo único que había en casa), entonces comencé a escribir historias que se
venían a mi mente, prefería escribir en diálogos y hacía mis montajes de obras
teatrales con los vecinos y amigos. Les adecuaba música, escenografías,
vestuario y maquillaje.
A los doce años pedí que me
inscribieran a clases de teatro en el IMSS, a mis padres no les agradaba pero
como condición me pusieron que fuera a clases de inglés y después a la
artisteada, y así quedé en clases de teatro hasta los veintidós años. Y bueno,
mis lecturas también volvieron a dar otro giro, a saber: Wody Allen, Alejandro
Jodorvsky, Emilio Carballido, Elena Garro, Víctor Hugo Rascón Banda, Hugo
Arguelles, Sabina Berman, José Agustín, Luisa Josefina Hernández, Rodolfo
Usigli, Xavier Villaurrutia, Edgar Allan Poe y T. S. Eliot.
Cuando terminé el
bachillerato y decidí que quería estudiar Letras Latinoamericanas, la mayoría
de las personas me decían frases como estas: “te vas a morir de hambre”, “ahí
no hay trabajo”, “es carrerita de MMC”; obvio no me importó y cursé una de mis
pasiones.
Ser generación ”X” me ha
permitido vivir el mega cambio social, político, cultural, religioso,
tecnológico y ambiental en cuarenta años.
Aprecié un eclipse solar, el
llamado "eclipse del siglo" en 1991 y la visita del Cometa Halley en
1986.
He visto el avance
impresionante de la tecnología y la manera en modificar la comunicación
interpersonal, ví películas en formato Beta y VHS, en el DVD, en la compu y en
el cel; tuve y tengo amistades reales y ahora las “virtuales” (si es que a este
tipo de relación se le puede llamar amistad). Me ha tocado ver desde hippies,
yuppies, ponks, dark's, otakus, skatos, emos, pokemones, etcétera; cuando en
mis tiempos era el vaca, la flaca, la yelis, Hable desde la caseta telefónica
colocándole 20 centavos, y ahora duermo con el celular, utilizó el mail, el blogg,
twiter, en fin.
Sin embargo, comencé a
entender las palabras solidaridad y dolor, a mis 12 años con la Guerra de las
Islas Malvinas en 1982, las explosiones de San Juan
Ixhuatepec de 1984, el terremoto en la Ciudad de México del 85 y la
Guerra del Golfo Pérsico en 1990. Esbocé la relaciones políticas y sus
conflictos con la caída del Muro de Berlín en 1989, muro del que sólo conocía
por la historia oficial; y vivir en un mundo de terrorismo con el derribamiento
de las Torres Gemelas en 2001. Desgracias que en la actualidad son constantes
como parte de una cotidianidad indiferente para la humanidad.
Memorias que ahora plasmo en
la libreta, en Word, en celular y en ipad para que haya un hilo que me siga
conduciendo hacia las letras, hacía el conocimiento y entendimiento de la
humanidad.
Mis diarios infantiles,
marcaron los pininos del oficio de escritor; las cartas, las palancas y
epístolas a mis amigos movían mi pluma sobre el papel. Y la universidad
profesionalizó al oficio. Escribí un libro de texto para Educación Media
Superior para la materia de Comprensión lectora. He participado en concurso de
poesía, con dos poemarios y que no he ganado, lo mismo ha sucedido con el
ensayo literario. Pero esto no ha sido limitante para que cada día me levante a
redactar mi escrito, porque el escritor se hace escribiendo, leyendo, pensando,
reflexionando, criticando y creando.
Ser generación “X” es ser
adulto que de niño vivió libre, en la calle sin constantes peligros y con un
hábito o cultura más apegada a los libros, niños que leíamos que asistíamos a
las bibliotecas y a actividades culturales, ser de esta generación es ser conscientes
de la importancia de la intelectualidad conseguida con la lectura, obtenida con
la habilidad de pensar y dar soluciones inmediatas a problemas.
Me considero
escritora y soy de esas que definía el buen Gabo: “El escritor escribe su libro
para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar” Por esta razón realizo
tan noble labor.